Jueces Históricos

Jorge Vera Vallejo

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Nacido en la localidad riojana de Malanzán, en febrero de 1889 –diversas fuentes discrepan en cuanto al día: el 22 o el 25–, hijo de Juan de Dios Vera Orihuela y de Carlota Vallejo Ortiz, Justo Jorge Vera Vallejo, ministro de la Corte entre 1955 y 1956, estudió derecho en la Universidad Nacional de Córdoba, donde se recibió en 1912 con una tesis sobre expropiación.

Radicado en Mendoza, y tras una primera incursión laboral en el ámbito de la enseñanza media como docente de ciencias y letras, comenzó a practicar su profesión hasta que ingresó a la justicia provincial: fue nombrado fiscal en lo criminal en 1916 y, al año siguiente, juez en el fuero civil y de minería. Empezaría a delinear, entonces, un temperamento público caracterizado por su férrea defensa de la independencia judicial.

Sus enfrentamientos con la gobernación encabezada por Néstor Lencinas fueron una constante en aquellos tiempos. Molesto, según las crónicas de la época, por algunos de sus fallos –entre ellos un habeas corpus en favor de un corresponsal del diario Crítica en Mendoza detenido por sus notas sobre la situación política local–, el mandatario puso en comisión a todo el Poder Judicial en 1918 y declaró vacantes los cargos de varios jueces, incluido Vera Vallejo, quien sería repuesto por la intervención provincial
que dispuso en su momento el presidente Yrigoyen.

Las tensiones con el Ejecutivo mendocino no cesaron, y en agosto de 1924 un jurado de enjuiciamiento resolvió destituirlo. Entonces se dedicó a la abogacía por algunos años hasta que, en 1930, lo designaron en la Cámara de Apelaciones en lo Civil y Minas de Mendoza. En 1932, en tanto, asumió como procurador general de la Suprema Corte de su Rioja natal.

En una nueva muestra de la firmeza de sus convicciones, presentaría su renuncia en desacuerdo con una investigación, a su juicio infundada, contra un juez que había ocupado ese cargo años antes.

Ejerció, luego, como juez federal en Mendoza y desde 1935 pasó a desempeñarse allí como vocal de la flamante Cámara Federal de Apelaciones, donde permaneció hasta que la reforma constitucional de 1949 estableció que, para permanecer en sus cargos, los jueces necesitaban un nuevo acuerdo del Senado. Al no ser confirmado, Vera Vallejo regresó nuevamente a la actividad profesional. Manifestó, en esa ocasión, que para él lo que contaba era “administrar justicia con independencia de las conveniencias políticas o de los requerimientos extrajudiciales de las partes, fueran estos simples particulares, jefes militares, políticos o cualquier otro dueño o aspirante a ser dueño del poder”. A los magistrados, agregó, “debe distinguirnos nuestra conducta”.

El presidente de facto Eduardo Lonardi lo eligió para cubrir en la Corte Suprema una de las vacantes que habían dejado los integrantes removidos por el decreto del 4 de octubre de 1955. Juró el 7 de octubre de ese año y compartió el tribunal con Alfredo Orgaz, Manuel José Argañarás, Enrique Valentín Galli y Carlos Herrera. Dimitió apenas seis meses después, el 7 de mayo de 1956, luego de que el gobierno militar, que ahora conducía Pedro Eugenio Aramburu, derogase la reforma constitucional de 1949. Vera Vallejo no quiso convalidar esa acción, que le causaba un conflicto de conciencia: había jurado defender la Carta Magna de 1853 con sus modificaciones hasta la del ‘49, aún cuando sus preferencias ideológicas no coincidieran con él espíritu de esta última.

Casado con Raquel de la Vega Ocampo, falleció en Mendoza el 28 de diciembre de 1975, a la edad de 86 años.