Jueces Históricos

Juan Benjamín Terán

Retrato del juez Juan Terán

Su breve paso por la Corte Suprema de Justicia de la Nación —interrumpido por su prematura muerte antes de cumplir 58 años, y a solo tres de haber sido designado en el cargo— fue el epílogo de una trayectoria vital, profesional, política e intelectual tan intensa como variada.

Nacido en San Miguel de Tucumán el 26 de diciembre de 1880, Juan Benjamín Terán construyó desde su provincia el núcleo de una obra inspiradora y de un recorrido ejemplar como dirigente y servidor público. Quiso el destino que esa carrera tuviera a Buenos Aires como punto de partida (donde se graduó con honores en 1902 con una tesis sobre la Escuela Histórica del Derecho) y de llegada (fallecería en la Capital el 8 de diciembre de 1938 mientras ejercía como juez de la Corte), pero fue en su tierra natal donde forjó sus aportes más relevantes al desarrollo local y nacional.

Hijo de Juan Manuel Terán y Sofía López, casado con Dolores Etchecopar (con quien formaría un numeroso hogar: tuvieron cinco varones y cuatro mujeres), ejerció la abogacía en el estudio familiar antes de acceder a sus primeros roles de liderazgo y compromiso cívico. Miembro de la llamada “generación del Centenario”, presidió la Sociedad Sarmiento en su ciudad y cofundó la influyente Revista de Letras y Ciencias Sociales. Fue convencional para la reforma de la Constitución provincial en 1907 y diputado provincial entre 1906 y 1916.

Con la ambición de convertir a Tucumán en un polo de conocimiento en el Norte argentino, presentó el proyecto para crear la Universidad Nacional, de la cual sería rector desde su fundación, en 1914, hasta 1929.

Ya en Buenos Aires, antes de su salto a la magistratura, presidió el Consejo Nacional de Educación entre 1930 y 1932. Como pedagogo promovió la descentralización educativa y la organización de la actividad docente. Prolífico autor, escribió incontables libros, artículos y ensayos que reflejan sus múltiples intereses y su afán de contribuir al progreso social, entre los que se destaca la trilogía donde plasma su visión sobre las raíces culturales del continente: El descubrimiento de América en la historia de Europa, El nacimiento de la América española y La salud de la América española, obras por las que se lo galardonó con el Premio Nacional de las Letras.

Fue, además, miembro de número de las academias de Letras, Historia y Derecho. “Su amor por el terruño y su singular vocación de servicio lo convirtieron en un lúcido protagonista de su tiempo (..), un hombre probo, visionario, entusiasta como pocos de las grandes causas, integrador de voluntades”, lo definió Jorge Taverna Irigoyen en un elogioso perfil publicado hace algunos años por el diario El Litoral bajo el título “Juan B. Terán, un tucumano de fuste”.

Un repaso por los hitos de su biografía no puede soslayar sus antecedentes como profesor de lengua y filosofía, ni tampoco la contribución urbanística a su ciudad natal: por encargo de la Comisión de Vecinos, entre otras tareas, en 1925 gestionó en Europa la compra de réplicas de estatuas griegas destinadas a embellecer el parque 9 de Julio.

En 1935, tras una derrota electoral de su candidatura a senador nacional por la Capital Federal, el presidente de facto Agustín Pedro Justo lo designó juez de la Corte Suprema, ocupando la vacante que había dejado Julián V. Pera. Compartió el tribunal con Antonio Sagarna, Roberto Repetto, Luis Linares y Benito A. Nazar Anchorena.

Tras su muerte, sus restos se trasladaron a la capital tucumana, donde fueron sepultados en medio de la congoja de sus coterráneos, que lo despidieron con fervorosos homenajes.