Jueces Históricos

Antonio Bermejo

Retrato del juez Antonio Bermejo
Por su frágil contextura, su perfil silencioso y solitario, y su temprana orientación intelectual (a los 17 años era profesor de matemática, filosofía y álgebra, y entre sus alumnos estaban los hijos de Bartolomé Mitre, con quien militaría poco tiempo después), en su momento se creyó que Antonio Bermejo, discípulo del educador francés Amadeo Jacques, no heredaría el espíritu combativo familiar. Su padre, malagueño y marino de profesión , ¿luchó cuerpo a cuerpo con los indios y se impuso en el entrevero con gauchos alzados¿, relata Héctor José Tanzi. Su abuelo, un capitán andaluz, murió tras batirse a duelo con su superior, a quien desafió por estar en desacuerdo con una sanción. Pero él no se quedó atrás: tomó las armas y fue capitán en la revolución del 80, en el conflicto por la federalización de Buenos Aires, peleando en las filas de Carlos Tejedor a favor de la provincia contra Levalle. Nacido en 1853 en Chivilcoy, formado en las aulas del Colegio Nacional y de la Universidad de Buenos Aires, se graduó con una tesis sobre cuestiones limítrofes entre Argentina y Chile, que tres años más tarde publicaría, ampliada, bajo el título ¿La cuestión chilena y el arbitraje¿. Bermejo alternó entre la abogacía, el periodismo (fundó y dirigió la Revista Jurídica) y la política. Fue profesor de derecho internacional, precoz legislador bonaerense con 22 años, senador y diputado nacional, candidato a gobernador y ministro de Justicia e Instrucción Pública de José Uriburu, cargo desde el cual promovió la enseñanza técnica y participó de la creación de colegios industriales, escuelas comerciales de mujeres e instituciones como la Facultad de Filosofía y Letras o el Museo Nacional de Bellas Artes. Se destacó también como delegado del país en conferencias interamericanas (Washington 1890, México 1901/02), donde expuso sobre arbitraje obligatorio, y fue uno de los primeros miembros de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales. Aunque Sarmiento lo considerase ¿la mejor plata labrada del partido mitrista¿, la política no era su destino. Como escribe Octavio Amadeo, ¿no era amigo de los apretones de manos indiscriminados, las sonrisas fáciles o las promesas ligeras. Las intrigas y las maniobras políticas lo fastidiaban, porque no las entendía ni las compartía¿. Tampoco tenía los dotes de un orador de discursos encendidos y vehementes. Así, su incursión activa en la política se iría diluyendo, al tiempo que asomaba su figura de juez. A la Corte ingresó en 1903, designado por Roca para cubrir la vacante del fallecido Benjamín Paz, y asumió la presidencia en 1905 tras el fallecimiento de Abel Bazán, para ejercerla hasta su propia muerte, el 19 de octubre de 1929. ¿El mismo día de su fallecimiento, y tras haber sufrido un ataque cardíaco en la víspera, pidió que le acerquen a su domicilio el despacho diario para firmar, con el fin de evitar el atraso del tribunal¿, cuenta Jorge Diegues. La firma de Bermejo casi nunca faltó en las sentencias registradas. Pocas veces estuvo ausente y sólo se excusó una vez, considerándose impedido por ser socio del club que era parte demandada en juicio, se describe en El Dr. Antonio Bermejo. Antes y durante la presidencia de la Corte. La austeridad y la honestidad eran dos de sus cualidades más admiradas. ¿Llegaba al Palacio viajando en tranvía vestido de gris. Ponía siempre el mayor cuidado en materia de gastos; nunca dejó el salón de acuerdos sin apagar la luz, y baste señalar que el único gasto superfluo que hacía el tribunal por aquellos años era comprar un poco de hielo para tener agua fresca¿, evoca Diegues. En Historia de la Corte Suprema Argentina: el período de la continuidad institucional, se lo describe como el juez ¿más destacado e influyente¿ de la Corte en las primeras décadas del siglo pasado. Otros tantos artículos destacan sus condiciones de jurista, maestro, legislador y ministro. Como titular de la Corte, Bermejo atravesó los mandatos de siete presidentes de la Nación. ¿Fue un espíritu admirablemente equilibrado, y reconocido por sus contemporáneos como el prototipo del hombre en quien se armonizaban las dotes superiores definitorias de las personalidades consulares¿, lo describió el historiador Vicente Cuttolo en su diccionario biográfico. Durante sus últimos años, se cuenta en El perfil de un hombre justo, Bermejo pareció sentir nostalgia de la chacra de Chivilcoy donde había nacido, y se dedicó a trabajar el jardín de su casa ubicada en la calle Quintana.